Las campañas de educación pública son un componente esencial de un programa integral para la prevención y el abandono del tabaco. Las tácticas agresivas de comercialización de la industria tabacalera demandan campañas de educación pública igualmente agresivas para evitar que los jóvenes comiencen a fumar, para alentar a los fumadores a que dejen de fumar y para cambiar el contexto social de consumo de tabaco de forma tal que ya no predominen los mensajes a favor del tabaco.
Cuando se las planifica estratégicamente y se las lleva bien a cabo, las campañas de educación pública pueden modificar las actitudes personales y las normas comunitarias sobre la aceptación del consumo de tabaco, la exposición al humo de segunda mano y las prácticas de la industria tabacalera.
Si cambian las actitudes y las normas, también cambian las conductas y ello implica una menor iniciación en el consumo de tabaco por parte de los jóvenes, una mayor cantidad de consumidores de tabaco que dejan de fumar y una menor cantidad de gente que fuma alrededor de los no fumadores.
Lo que es igualmente importante, si cambian las actitudes y las normas, se genera un entorno más favorable a los cambios en las políticas de control del tabaco, tal como leyes libres de humo en los lugares de trabajo, mayores impuestos al tabaco, prohibición de la publicidad, etiquetas de advertencia más intensas en los paquetes de cigarrillos y servicios y tratamientos para ayudar a los consumidores de tabaco a que dejen de fumar.
El Artículo 12 del Convenio Marco para el Control del Tabaco exige que las Partes del tratado fomenten la concientización pública y den acceso a información sobre la adicción que genera el tabaco, los riesgos para la salud que implica el consumo de tabaco y la exposición al humo del tabaco, los beneficios del abandono del tabaco y el accionar de la industria tabacalera.